lunes, 15 de febrero de 2010


Con el corazón blando y la cara dura

“¿Te puedo dar besos por los cincuenta centavos?” -Dije bajo un arrebato de cursilería poética, a la mujer que tenía en sus manos una bolsa de cereal y en su boca la obra completa de Dios- No dijo nada y no aceptó de buena manera mi verso. Entonces afiné mi puntería y mientras le terminaba de cobrar el producto, utilizando todo mi bagaje cultural, tomando material de la historia, de la literatura y de la filosofía. Adquiriendo un aire de hombre infalible, con confianza, como las manos del agricultor que se hermana con la tierra. Así me dispuse a lanzarle a los ojos mis palabras certeras :“¡Entre tus piernas seré una fortaleza, un fuerte apache, un psicochaman de la poesía!”. La mujer se puso toda colorada, acalorada, atolondrada y llamó al encargado. Me acusó por lo que hice y de tanta bronca que tenía me acusó también por lo que no hice. Entonces al encargado no le quedó más alternativa que enviarme a mi casa, ante la hermosa mujer que rechazaba mis versos y ante la clientela que merodeaba el espectáculo. Vaya si había dado en el blanco: los chicos me esperaban a las 11:00 para el partidito y el posterior asado.-Como diría Sartre: “gol de media cancha”.